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23 de mayo de 2010

Mañanas






Las mañanas aparentan los equilibrios más exactos allá afuera.
Podría decirse que todo es especular contigo. Blanquísimas paredes dispuestas a leerse con tus mil libros ahí a la mano, como una danza justo cuando las cortinas develan la proximidad de nubes rociadas y solares.

Entonces estirar el brazo y sentirte - porque siempre estás cerca - respondiendo, niñez, soledad y reciedumbre en tu voz, igualmente exacta a aquellas que despiden los amaneceres portadores de incógnitas.

Todo es intencional: el suelo tibio, la música y el jazz melodioso que pareciera transfigurar los pasos del gato hasta armonizarlo con los instantes del jugo de naranjas, del abrir ventanas, del respirar el día entrándonos hasta la saciedad.

Incluso el silencio es intencional, porque siempre dibuja imágenes perdidas.

Es así como reaparecen bajo el brillo de esta ceremonia, sonrisas, tedio, el verso de Blanca: "¡Cómo brillan al sol los hijos no nacidos!" y todo lo que el resto del día habría de adherirle: padres, amigos, familias enteras no nacidas para que todo brille como huella confusa en la adivinatoria procesión de otra mañana, que atisbamos lejana a aquéllas, de cuando todo nos sonreía.


14 de octubre de 2007

Te me hiciste poeta




Te me hiciste poeta

Alguna vez creí que ése era un don que aparecía sólo en los libros de mi padre, ésos que él conservaba como recuerdo de un amor de joven con una rosa secándose dentro, porque de niña los libros en casa sólo aparecían si él los traía como de otro mundo, envueltos en un papel de diario y atados con cáñamo muy grueso como un bulto que alguien recogía de entre las ediciones fallidas de la fábrica.

Todavía recuerdo cuando los sacaba uno a uno del paquete, desempolvándolos, les rearmaba alguna hoja suelta y los encolaba hasta que volvían a abrirse como una ventana hacia la luz, y luego se ponía a leerme historias de santos, o de niñas que sabían hacer felices a los otros, o de lugares tan lejanos tan que no podía imaginármelos sin cerrar los ojos, y estaban esos libros con tapa firme, que él mismo encuadernaba, algunos eran libros de poemas - zig-zag - que decían "antología" y yo no sabía de esos significados ni él tampoco sabía de la RAE, pero yo le creía cuando me explicaba de un don que tienen algunos para escribir como si el corazón estuviera en el papel. Y le creía cuando me hacía esperar a ser más grande para entenderlos, pero a mí me interesaban más las rosas que señalaban páginas especiales y la tinta borroneada de algún verso subrayado.

No supo mi padre que yo también pinto los versos con tinta verde, y que a veces, guardo más espinas que rosas, tampoco supo que le porfié tanto a su teoría de los dones, que aquí estoy escribiendo lo que sale.. como si pudiese ser papel y letras, como si no pudiese estar sin ellas, y como si no creyera que alguien iba a decirme lo que él quizás diría... "te me hiciste poeta, farfallina".