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12 de julio de 2010

Destino de los hierros




Un vaso de café comulgan las manos
y un silencio en la estación
vierte el frío de viejo transeúnte,
allí nos derrama la tristeza
su ardor de alma vagabunda.

En torno, las direcciones son ruidosas,
aceleran la inmigrancia
de idioma y bultos
- que son oscuros como los ojos -
para no estorbar.

La noche oculta abrazos,
el billete traducido en un sollozo,
y las espaldas son maletas
cargando una nueva despedida.

Viajantes
con el sueño que prospera destino de los hierros.
Cuando una turba de humo se aproxima
el aroma del café hierve y se mezcla,
el adiós sopla como un vapor
y nos bebemos
el último recuerdo.





De acero






En marcha mínima, aún difusa,
soy desplazamiento
y atrás van quedando los pasajes
de pájaros picoteándose las plumas.

Como imagen arenosa y dolorida,
transcurro
llena de episodios o estaciones
que no se alcanzan a juntar.

No quiero volver a detenerme,
y cada vez
soy más tren acorazado,

¿dónde irán a romper
en llanto los aceros?


2 de noviembre de 2008

Tristeza Ferroviaria





"y ese gris
voraz e indescriptible
preciso necesario
no obsoleto
pesado y absoluto y sine qua non." HAmal



Es demasiado a prisa que se adhieren las nubes
como rescoldos
al cielo empantanado
antes de la lluvia.

Esta imagen se parece a la mirada
vaivén o arrebato
de paisajes que arrastran años
detrás de los recuerdos.

Los ojos lloran como búhos
queriendo dormir silencios
de amores descalzos
que no quedan
y así estamos
como un rostro pegado a la ventana
humedecida.

Me persigue el recorrido del adiós
como si volteara a la izquierda
y toda la vida se diera la vuelta
para volver a empezar.




Los viajantes





Un libro de poesía del "Novecento"
frente "Al corriere della sera" :
sería el trayecto acompasado a la Toscana.
Un silencio rectangular de ella y de él
como destino para las próximas seis horas.

Pero no hizo falta formalizarse desconocidos
un sol tibio se desprendió de su boca
y las páginas cayeron
curiosas ante el sedante de noticias cercanas.

Ella intuyó en su idioma la propia sangre
entonces sacó de su bolso palabras
que él podía ordenar como risas sobre un mapa
hasta deshacerlas eco
de ventanillas que ambos abrieron
como dos pares de ojos
cambiando de rumbo


Pregunta

¿A dónde van a morir las despedidas
cuando avanza el tren
y es interminable
esta vía que no ceso de mirar
hasta un punto de lágrima rota
que me cierra los ojos?

Me conoce

Porque la vida no es precisamente
un refugio en la colina
la prefiero valle
-palabra a la intemperie -
así me dejo conjugar con los presentes
por el hombre que lleva las alas blancas de mi sombrero.

Van tan rápido los días
los ojos apenas detienen su tacto en lo que anhelan,
así va el hombre que me ve camino bajo el sol.

Ha descubierto en mi rostro, humores
le concede espacio a la soledad, porque la conoce
y se lleva cada tanto la mano a la cabeza
porque no siempre alcanza a traducirme
ni traza las huellas en la ventana
mientras la lluvia lo empaña todo
como a mí en esta distancia.

Por eso, precisamente
no quiero de sus manos el refugio en la colina,
no quiero la ficción de sus miradas
ni lo quiero cuenco de mis lágrimas,
porque así desacorazado,
como hacen los poetas cuando desnudan las palabras
me tiene libre, sostenidamente perdida
y hasta puede quererme
vulnerable
como al amor.



Compañía

Hablo de mí
de las huidas y el ajetreo de trenes
que me esconde
como si un silencio ocultara las formas
y la visión.
 
Hablo de las puertas que aparecen,
del ángel rezagado
que arriba siendo pan
cuando se cree mendigo al corazón
y la noche una extraña pordiosera.

Se trata de la inconsistencia de los lugares
cuando se sabe mentira un horizonte:
y no se distingue 
lo que está o no en este presente,
cuando irme no lleva a parte alguna.
Se trata de esta mente inhábil
tan separada de mí,
de este cuerpo que toca, que es manos y pies
de Santiago en Chile
y a veces marca un calendario antiguo
y otras, desconocido.

Y hablo de él,
puedo sentirlo,
es ángel desde ningún lugar,
el más bello viene hacia mí,
ya no lo esperaba, es cierto,
llega tarde quizás,
pero es tal su compañía
que hoy estoy
luminosamente guardada
en no sé exactamente dónde.


Pasajeros

Aquí las horas se terminan
son aullido de balizas antes de morir,
dicen de lugares y conjeturas pasadas,
pronuncian adioses
y nombres extranjeros,
pasan
y la gente también pasa
en direcciones cargadas de algún valor
relativo
como una mujer que espera en la estación
y halla un sombrero blanco interpuesto entre ella
y un hombre pasajero.

A veces soy ella,
el hombre pasajero me acompaña
es gentil,
una sonrisa suya me mira
sabiendo que he perdido mis horas,
con cariño desarena un reloj nuevo para mí.
Sé que es capaz de llenarlo de besos,
y cuando la hora tiene que morir
otra vez
yo ya no quiero más besos, pero lo dejo.
A veces, un tremolar de vapores
a intervalos silba y nos distrae.

Presiento que tomará mi sombrero
entonces cierro los ojos
y sé que nada ocultará esta tristeza
cuando estemos situados cada uno,
solos
en medio de otros rostros
y sus recuerdos
que también son pasajeros.



Como hija de un tren

"¿Por qué no lloras si es abril?"


Como hija del tren
me miran huir lejana
y me quedo, pero yéndome
en lo inmóvil de los durmientes,
en los techos que forman olas frente a la playa
en esas bellas cosas
que no son precisamente la quietud de una tristeza
pero como si hablaran
cuando son puertas y ángel rezagados
tan movibles como yo en la superficie
latido incómodo
tan los miedos
adentro
y su contraste de sombra cuando quieren ser luz.

No sé cuando es pregunta
o ruego
la voz de un peregrino
para el que gruñen
mis días como noticias de sol cansado
o si es sonrisa muda
esta mueca ferroviaria
que también corre permaneciendo
como yo ahora
un poco cada vez
que me las arreglo
para que alumbre el corazón
a pesar de abril
y la lluvia que no lloro.

Que la vida es un trayecto
y yo insistiendo en que se queden
reflejo y mirada
instante y recuerdo amado
que se instale de una vez
luna o astro
y sea un cielo bellísimo
el que me ronde
y que nos fuera el tiempo
a un mismo tiempo para todos
pero distingo apenas el rostro que viene
del que se va.

A veces, la vida es abril en un relato
un susurro lluvioso
que no huye
y sin embargo
desciende hilera en el cristal.