25 de febrero de 2020

Grito en la ciudad




Grito en la ciudad


"La metrópoli es una canasta con señales,
la voz una vez en el aire, pinta paredes..."

Leo F Zambrano


Tanto he gastado mi nombre que me llamo a mí mismo
para rescatarme
de esta ciudad que se desmorona.
Ya no la reconozco
a ella ni a mi voz
entre sus calles llenas de preguntas.
¿Cuál está adentro y cuál está afuera?

Camino y todo grita alrededor,
pero no hay respuesta en la multitud.
Es una asfixia en la palabra
y un dolor en estampida
que se estrella contra las paredes
para transmitir su nueva historia.

Así que también soy una ciudad
donde las ventanas aletean
ruidosamente a la multitud
y donde crecen las metáforas
que luego se tiran a la basura
aunque sigan temblando
como párpados heridos.

¿Cuál es tu verdad y cuál es tu sueño?

Sí, aquí las aceras se disparan como proyectiles
y la lágrima es un pozo
de algún recuerdo que hemos repetido
hasta la extenuación
con monumentos y fondos para
selfies de turistas.

He gastado mi nombre
en este ejercicio de retorno
y es hora de creer
en un soplo humano
más allá de esta agonía callejera
que me pronuncia.

Para nunca volver a ser él mismo,
para nunca silenciar su grito,
porque se ha encendido una ciudad
que ya no quiere caminar a ciegas.

17 de febrero de 2020

Carta







Las despedidas no se agotan en tres días de llanto
y rostro testarudo en silencio,
no, cuando tu voz aún no ha terminado de morir
en este Santiago que se mueve con furia en las tardes de otoño,
no, cuando el frío se detiene en mis pies doloridos
bajo las sábanas que me cubren cada noche, vacío.

¿Por qué preguntas si todo va bien, si hay vida detrás de las cortinas?
o si la lágrima se derrama en mis ojos que fueron guardados para lo mejor
de un tiempo de asombros, viajes y risas.
Sabes bien que los recuerdos no se desvanecen con solo callar
o pretender que los caminos rotos pueden ser reparados
y llorar por dentro, sin que se muevan los días
que pasan para quitar tantas promesas.

Como ves se me hace dificil compaginar el amor y el olvido
cuando tu norte ha encendido mis rincones con su calor infinito
y te quedas como una veta de mineral escondido
en la persistencia de mi fe al final de tus maletas.

A quién le importa si tus manos fueron un refugio para el miedo
y paso firme en la ceguera?

A quién le importa si ya no puedo escuchar tu voz sin que me haga daño
¿No encontrarás palabras de amor y eco en el futuro?

Y que si extraño tanto tu mirada, si se ha vuelto la mia
como un clavo en tierra firme para buscarte
en algún rastro o miga o brote la raíz de otra cosa
que no sea este desierto que crece, rápido, aquí en mi pecho.