23 de septiembre de 2007

Valdivia es lluvia




Valdivia es lluvia
y sus calles transcurren como tiempos
de un pentagrama pintado sobre los charcos.
Sus aguas dibujan rosetones con la niebla
para ocultar los cisnes que lloran
un amor olvidado en el luto de sus cuellos.

Valdivia es lluvia
con que ahogar la humeante
soledad de la madera, del clavo maltrecho
y la sombra firme del alerce o los coigües,
de la casa iluminada y la gota tardía en los cristales.

Se conoce Valdivia con los ojos cerrados,
cuando presientes sus ríos morir en el horizonte
y oyes el rugido suave de los verdes,
del viento brisa,
la respiración de taguas
o el muelle crujiente con sus barcos huérfanos.

Cuando distingues el olor de la tarde
tejido desde el cauce, a carbón encendido,
a tierra mojada, a muertos anclados en islas abisales,
a esperanza emergiendo de sus aguas,
porque Valdivia es lluvia
y el gris se despide repentino
cada vez que los ojos se abren
y el cielo se parece un poco más a tu mirada.

Por eso me quedé trazando un mapa
para que tú llegues,
para que siempre llegues.

Foto: Valdivia, febrero de 2007

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