Hay una niebla afuera, helada gris
que me sume entre huida y escondite
fatídica
y arranca de mí un zoom violento
lo sé, es un extremo original de aquellos mundos
como el de "oboe somerso"
o sueños o miedos
que suenan y no existen
que están por ahí perdidos sin hallarse siquiera
en el indicio de haber desaparecido.
Y están también las nieblas más cercanas
pausas íntimas
la lectura del diario selectiva
el tono en que mi voz transita sus defensas
los lugares en que mis ojos se quedan por más tiempo
el color que quieren recordar
de entre todas las miradas
y al final se resume
el cuadro para aquella única fotografía
lo sé, la que he podido ver
cegada por esas otras espesuras,
las mías
y de las que no puedo culpar a los inviernos.
Por eso, confío la luz a aquellos faros
que son palabra y llevan a palabras
y son como ecos resaltando entre la bruma
y son señales que se avistan
y emocionan, porque entibian
y son como dos manos esperando
como éstas que palpan de humedades a ventiscas,
cómo cambia el clima
a medida que se advierte más valor
y se aproxima
la hora de reandar la tierra firme.
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