13 de enero de 2024

Rutina sin agenda

 



Acostumbro despertar a las cuatro
para comunicarle con un beso
ese buen día enamorado, como si fuese
un laurel profético de luz sobre la oscuridad.


Ya sé de las confusiones que se alojan 
en su tránsito de decisión a victoria
y cómo se repiten los mapas de la complacencia.
Por eso, llevo días adelantándome a la madrugada
para dar con el trayecto donde circulan
juntos, razón, deseo y posibilidades.


A veces, pareciera plena noche al fondo
y otras, la boca inédita del día, justo ahí 
donde cambia el destino de mis besos,
como si todo se resumiera en actitudes
mediando entre fugas de energía y fe.


Entonces agradezco las líneas que se escriben
con esos silencios que ojalá también trazaran
claramente los límites entre hora vacía
y amanecer con sol estallando en la ventana y sus promesas.


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