Qué manera de cerrarme la puerta,
qué más despiadado que su yo largo
y huidizo
que esa solitaria mano que lanza de golpe el adiós
sin darme tiempo a reaccionar.
No reparo aún mi asombro
cuando el certero derrumbe del momento
cae demoledor, sin despedida.
Qué manera de sepultarme su silencio
y apenas un perdón como puñado de tierra
para ahogarse en la boca.
Qué escuálidos mis reflejos
y esa indecorosa sensación de indiferencia
que tumultuosamente queda
como un pecho a la deriva.
Esto es
es
¡qué feroz violencia para mi corazón
y yo desprevenida!
Qué manera de dejarme inmóvil
sin tiempo ni derecho a la respuesta
y que ahora es pálpito enojado
de un no sé qué que se agiganta
porque no,
no, no, quiero
¡ qué manera de hacer que no lo quiera!
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