20 de mayo de 2008

Provocaciones III


Las cosas siguen íntimas su curso
como el gentío de Santiago cuando casi son las siete.
El metro hierve en esta ciudad que se desvela
desbordada a pleno frío.
No es fácil dar con la salida
entre los humos del maní recién tostado,
del smog y los choripanes a cuadras de La Moneda.

La noche ha comenzado su mudanza,
aunque siguen ahí
los que nunca se detienen:
el sin pies a mitad de la escalera,
que no pide a Dios por su dolor ulcerado,
la de las pirinolas luminosas
que gira sus productos al son carismático
de los que saltan
mientras corean salvaciones
a los apurados del Paseo Ahumada.

Ahí el que vocifera un sermón de plástico,
el que oye tocado por el anonimato,
el señor de la chicharra y gorrito de papá noel en pleno mayo,
la de los cd piratas y su saco a punto de la huida
y todos los que se desvanecen como la muchedumbre
y las palabras,
mis palabras que buscan resumirte
el más allá de tantos y tantos bullicios.

Pero me pregunto para qué
y qué si siguen ahí mis azules migratorios
y las campanas
y la gota suspensa en estos rostros
que me observan pasar como ellos
sin detenerme también,
como buscando algo,
como no queriendo decir que sí tienes que ver
con la neblina y la lágrima
con esa sed
y con todo lo que no sabes,
por ejemplo: que transito estas calles
como buscando una voz - la tuya - que se abra paso
y sea tibio rumor en el barullo
y me lleve hasta tus ojos que parecen invierno
cuando son pausa
y son la lluvia
en que sueño quedarme.



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