Van tres días de lluvia y tres mil damnificados
mi Valdivia es barro,
Santiago se anega entre los grises
y el Chaitén escamotea una erupción definitiva.
Así nos andan las cosas,
como ves, no estamos para poesía.
Todo es palabra que duele,
no estamos para metaforear diluvios,
ni "orejear" o "narizear" a lo Rojas con los verbos.
Oye cómo nos amenaza la tormenta,
cómo el viento nos anda sin voluntad de dialogar.
Solos, empecinados,
así están los efectos naturales,
escribiendo su propio verso de origen y dominio.
Ni qué decirte de mis calles,
tampoco sabría hablar de las filas de automóviles
a la hora de las radios
cuando pasar las horas es sinónimo de oír
como se oyen
los discursos de la presidenta,
algún canto pegajoso
o las noticias de Futaleufú.
Porque hay un dictamen de obediencia en todo oír,
que mueve a algo,
entonces no me basta con saber que ahí hay alguien,
un alguien oreja
escuchando.
Resulta que llueve demasiado
y empieza a serme inútil el poema
y que tú seas oreja y sólo eso.
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